27 jul 2011

La historia de Bob Loblaw

Os presento a Bob. Bob es un tipo que se ha pasado toda su vida hablando. Sin parar. Hablaba y hablaba, sin pararse a pensar si lo que contaba era interesante, o incluso si podía incomodar a alguien con sus palabras. Simplemente no tenía filtro. Bob creció escuchando poco más que su propia voz, su familia y amigos lo aguantaban tal y como era y no intentaban interrumpirle ni corregirlo, contribuyendo así a empeorar su problema.

Pero entonces, un día, estando Bob en el instituto, tuvo la sensación de que no le prestaban toda la antención. Dejó de hablar por un momento y se percató de que esa gente no dejaba de hablar, ¿quienes se creían que eran? Así no iban a poder escucharle a él. Probó a hablar más alto. La gente se paró a mirarlo un momento, y Bob se envalentonó, pero rápidamente volvieron a ignorarlo. Bob no entendía nada, no le había gustado la mirada que le habían echado, así que se fue a casa pensando en alto sobre ello.

Poco a poco Bob fue aprendiendo a respetar los turnos de palabra. Al principio no escuchada lo que decía el resto, sólo lo necesario para enganchar la conversación y encarrilarla hacia dónde le interesaba, hasta conseguir monopolizarla. Pero la gente seguía mirándole de forma extraña y Bob notaba que no les gustaba, aunque seguía sin entender por qué. Y pensando sobre ésto fue como se descubrió escuchando a otros, dándose cuenta de que ellos también tenían cosas que contar, y que en ocasiones incluso eran interesantes y enriquecedoras. Y así, poco a poco, Bob aprendió a escuchar, comprender y luego hablar, acercándose bastante a lo que se considera una persona normal.

Pero entonces, a base de escuchar, a Bob le entraron dudas. Cada vez que iba a decir algo, se planteaba si sería interesante, si sus palabras aportarían algo nuevo o si, en cambio, serían la enésima repetición de alguna idea primigenia, o incluso, poniéndose en el peor de los casos, podría resultar alguna estupidez y quedaría en ridículo y expuesto ante todos. Y así, Bob fue hablando cada vez menos, volviéndose un tipo muy reflexivo e introvertido. De nuevo la gente le miraba de forma extraña, pero él no encontraba las palabras para explicarles lo que pasaba por su cabeza porque simplemente, no existían. Bob lleva años hablando consigo mismo, escuchando el eco de sus pensamientos. Lleva mucho sin articular palabra, pero te doy la mía de que, cuando lo haga, realmente valdrá la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario