14 jul 2011

Esos hombres locos

Hoy estoy muy triste. No, no me voy a poner a contaros mis penas, estoy triste porque me he acabado la tercera temporada de Mad men. No es la típica tristeza de un final de temporada, por eso de quedarte sin capítulos, sino que ha sido algo más, he empatizado con los personajes a un nivel que dudo haberlo hecho con ninguna otra serie hasta ahora. A partir de aquí, obviamente se aproxima una sarta de spoilers, de los que yo huiría en caso de no haber llegado a este punto de la serie.

La temporada comenzó con Don y Betty intentando rehacer sus vidas, o mejor dicho, hacer como si nada hubiese pasado, prácticamente por obligación y obviando el tema, como tan bien se les ha dado siempre. Rápidamente apareció en escena Gene, el padre de Betty, para establecerse en el hogar, cimentando una relación realmente bonita con su nieta Sally, que por cierto ha heredado toda la adorabilidad mezclada con picaresca zorruna de su santa madre. La muerte de Gene, junto a la reacción de Sally, a la vez que el nacimiento del nuevo Draper, fue un momento muy emotivo y bien hilado por parte de los guionistas.

Como siempre, la temporada ha tenido hueco también para el desarrollo de los personajes secundarios, mención especial para Salvatore Romano (impagable ese momento en que le canta en modo gayer maximus a su mujer), Joan Holloway y Peter Campbell, que a pesar de ser igual de repelente y trepa que siempre, al final lo acabas aceptando y hasta se le coge cariño. Por otro lado, algunos recordarán esta temporada por ser en la que Mad men se animó a mostrar algo de sangre, en una escena realmente divertida y memorable.



Pero fue encarando la recta final cuando entramos realmente en materia y la serie nos regaló algunos de sus mejores momentos. Marcaría como punto de inflexión el episodio Souvenir, en el que Don y Betty viajan a Roma , donde viven un interesante resurgir de su relación, especialmente en esa genial escena en la que una deslumbrante Betty esquiva los piropos de un par de italanos, mientras llega Don y hacen como si se acabaran de conocer. Entonces, como ya se sabe, tras llegar a la cumbre, sólo se puede bajar, y precisamente eso le pasa a Betty, que, añorando esos días en Roma, acaba coqueteando con Henry Francis. Me pareció muy interesante ese episodio en el que nos muestran como Betty se resiste a Henry, mientras Don utiliza sus inabarcables encantos para conseguir que Suzanne (la profesora de Sally) caiga en sus brazos. Y a partir de aquí vino el apocalipsis.

Betty descubre finalmente el gran secreto de Don en su caja de zapatos, y tras algunos días, se lo acaba echando en cara y él lo explica como buenamente puede, en un importante ejercicio de sinceridad teniendo en cuenta sus antecedentes. Aquí queda más patente que nunca la farsa que es su matrimonio, pero por si acaso, los guionistas nos lo recuerdan con uno de esos momentos made in Mad Men, en el que con una frase aparentemente inofensiva te lo dicen todo. Me refiero a cuando van pidiendo caramelos en Halloween y un vecino dice: We've got a gypsy and a hobo. And who are you supposed to be? Lo dicho, GRANDE.


El disfraz de cada día

Luego vino otro capítulo mágico: el de la muerte de Kennedy. Este momento funciona a la perfección como detonante de cambios en varios personajes y de la situación en general, pero sin duda Betty se lleva la palma. A pesar de saber que la relación de los Draper es tan frágil y falsa, eso no hace menos doloroso la decisión de Betty de pedir el divorcio, momento que personalmente se me atragantó bastante. No se le puede reprochar nada pues me pasa algo similar al caso de Skyler en Breaking Bad, y es que la comprendo perfectamente y creo que bastante ha tenido que soportar para llegar hasta ahí, pero aún así duele. Eso sí, así como a Betty se le perdona, a Henry Francis no lo quiero ni ver. Ese hombre merece morir. Mucho.

Y así llegamos al final, un final en el que cambian mucho las tornas, tanto en el terreno personal como profesional de los protagonistas y que estoy deseando continuar, pero como siempre suelo hacer, me voy a dar un pequeño descanso, que acostumbrarnos a las delicatessen tampoco es bueno. Y ahora, si me permiten, me voy a ver Treme.

3 comentarios:

  1. Si es que me lo haces recordar y me pongo sensible, metiendo el dedo en la llaga. Pocas parejas ficticias han importado tanto como la de Don y Betty.

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  2. hay dios que esto tiene pinta de ser spoilers..

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  3. Insertar aquí imagen del Joker (Heath Ledger) aplaudiendo.

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