24 mar 2012

Big Air

Salgo de casa con la mochila a la espalda, la gorra en la cabeza y mi skate bajo el brazo. En la mochila llevo lo justo: una botella de agua, algunas galletas y una chaqueta para cuando caiga la noche. No hay hueco para miedos ni preocupaciones, precisamente se trata de eso. Me dejo caer cuesta abajo hacia el parque, la carretera me enseña sus mejores baches, pero nos conocemos demasiado bien. El viento me golpea en la cara, me intenta arrancar la gorra y de paso el equilibrio, pero no pienso ceder.

Kick flip 180, 5-0 en la baranda y salir a Half cab. Tras muchos intentos consigo hacerlo. Me siento, bebo un poco de agua, me seco el sudor y a por otra cosa. La gente no suele entenderlo, pero cada truco bien caído, cada línea acabada son una gran satisfacción. Y mientras tanto, nada más tiene hueco en tu cabeza. Nada de problemas, responsabilidades o decepciones; se trata de ti, tu tabla y sacar el máximo provecho a lo que encuentres a tu alrededor.

A la gente no suele gustarle que practique skate. Siempre hay alguien dispuesto a decirte lo peligroso que es, que te vas a romper algo. O mejor aún, que eres un vándalo y estás rompiendo la ciudad. No entiendo esa manía con las cosas que se rompen, cuando son precisamente ellos los que están rotos. El miedo se ha metido en las grietas de sus almas, hinchándose poco a poco hasta conseguir derrumbarlos por completo, pero no quieren darse cuenta. Algo que aprendí muy pronto con el skate es que todo es más fácil si vas a fakie. Es mejor ir de espaldas al mundo, sin intentar prever lo que viene por delante. El secreto es dejarse llevar y el impulso hará el resto.

Todo el mundo tiene miedo. Mica solía decirme "hermanito, un día te vas a matar con eso". Sabía que no lo decía totalmente serio, pero el miedo se escondía en su mirada, solo que yo nunca dejé que me alcanzase. A ella en cambio nadie le decía que iba a matarse cada vez que se metía en la ducha, y sin embargo fue lo que sucedió. Un resbalón, te golpeas en el lugar equivocado y se acabó todo. No hace falta llevar una tabla bajo los pies para hacerse daño, pero supongo que es parte del juego del miedo. Nos señala peligros a nuestro alrededor para despistarnos de otros que nos acechan. La cuestión es no dejarnos nunca en paz.

Estaréis pensando que hablo muy a la ligera de lo que le pasó a mi hermana. Os lo repito, ahora mismo somos yo y mi tabla, no hay hueco para más. Esta es mi terapia. Es más barata que un psicólogo, me mantiene ocupado y no le hago daño a nadie... aunque eso depende de a quién le preguntes. Por lo pronto voy a practicar un rato en el Half-pipe. Con suerte alcanzaré suficiente altura para escuchar reír a Mica de nuevo.

3 comentarios:

  1. Sublime... Hace tiempo que te vengo leyendo y la única conclusión que pude sacar fue que: no se tu nombre, entonces se me hace mas difícil explicarle a mi familia quien es mi escritor favorito.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. Wow, igual lo de escritor favorito es demasiado, pero muchas gracias igualmente, me ha llegado :)

    ResponderEliminar
  3. Ese comentario fue de hace tres años atrás... Y hoy, releyendote sigo pensando que tuviste algo para salvarme, espero que me sigas salvando de nuevo porque realmente lo hiciste.
    (ojala que sigas en contacto con este blog por dios!)

    ResponderEliminar